martes, 23 de abril de 2013

Voluntad, IV

No en el sentir, sino en la acción.
Allí, para el ser racional y social, están el bien y el mal, la virtud y el vicio.
En la acción.

(Marco Aurelio, Meditaciones, IX-16)

Marco Aurelio (Wikipedia)

jueves, 11 de abril de 2013

Felicidad II

"Mi intención es sugerir una cura para la infelicidad cotidiana normal que padecen casi todas las personas en los países civilizados, y que resulta aún más insoportable porque, no teniendo una causa externa obvia, parece ineludible. Creo que esta infelicidad se debe en muy gran medida a conceptos del mundo erróneos, a éticas erróneas, a hábitos de vida erróneos, que conducen a la destrucción de ese entusiasmo natural, ese apetito de cosas posibles del que depende toda felicidad [...] Se trata de cuestiones que están dentro de las posibilidades del individuo, y me propongo sugerir ciertos cambios mediante los cuales, con un grado normal de buena suerte, se puede alcanzar esta felicidad.
[...]
Poco a poco aprendí a ser indiferente a m  mismo y a mis deficiencias; aprendí a centrar la atención, cada vez más, en objetos externos: el estado del mundo, diversas ramas del conocimiento, individuos por los que sentía afecto. Es cierto que los intereses externos acarrean siempre sus propias posibilidades de dolor: el mundo puede entrar en guerra, ciertos conocimientos pueden ser difíciles de adquirir, los amigos pueden morir. Pero los dolores de este tipo no destruyen la cualidad esencial de la vida, como hacen los que nacen del disgusto por uno mismo. Y todo interés externo inspira alguna actividad que mientras el interés se mantenga vivo, es un preventivo completo del ennui. En cambio, el interés por uno mismo no conduce a ninguna actividad de tipo progresivo. Puede impulsar a escribir un diario, a acudir a un psicoanalista, o tal vez a hacerse monje. Pero el monje no será feliz hasta que la rutina del monasterio le haga olvidar su propia alma. La felicidad que él atribuye a la religión podría haberla conseguido haciéndose barrendero, siempre que se viera obligado a serlo para toda la vida. La disciplina externa es el único camino a la felicidad para aquellos desdichados cuya absorción en sí mismos es tan profunda que no se puede curar de ningún otro modo".



Bertrand Russell, La conquista de la felicidad.

Bertrand Russell

lunes, 8 de abril de 2013

Voluntad III

Si algo te es difícil de realizar, no supongas por ello que es imposible. Piensa que si algo es humanamente posible y propio, tú lo puedes lograr.

(Marco Aurelio, Meditaciones, VI-19)

Marco Aurelio (Wikipedia)

viernes, 5 de abril de 2013

Ofensa vs. daño

Marco Aurelio
Perfil de Marco Aurelio

Si alguien me rebate y da pruebas de que pienso o actúo incorrectamente, con gusto cambiaré, pues busco la verdad, que nunca ha perjudicado a nadie. Por el contrario, el que sufre daño es el que permanece en su propio engaño e ignorancia.

(Marco Aurelio, Meditaciones, VI - 21)

Esta cita requiere, no obstante, una matización: la distinción entre daño y ofensa. Tal y como expone Lou Marinoff en Más Platón y menos Prozac, el daño es el resultado de un ataque casi siempre contra nuestra integridad física; en el daño nosotros somos completamente pasivos. En cambio en la ofensa hay una parte de nosotros que es activa, precisamente la que se ofende (ante, por ejemplo, insultos directos, comportamientos de terceros, escritos, películas...) y que perfectamente podría no ofenderse, pues la ofensa es producto de nuestras opiniones: eliminando la opinión, se elimina la ofensa.

Cuando leemos a Marco Aurelio hay que tener presente esta distinción:

Sin opinión no hay posibilidad de sufrir daño; sin posibilidad de sufrir daño no hay daño.

(Marco Aurelio, Meditaciones, IV- 7)

Lou Marinoff

miércoles, 3 de abril de 2013

Voluntad II

"No te enfades, ni te abandones, ni pierdas la paciencia, si a menudo no consigues actuar de acuerdo con principios rectos. Más bien, después de un fracaso, vuelve a intentarlo de nuevo y alégrate si la mayor parte de tus acciones son dignas de un ser humano." 
(Marco Aurelio, Meditaciones, V-9)

  • Voluntad para proyectos y cambios en nuestros comportamientos.
  • Distinguir la voluntad del mero impulso.
  • Perdonarnos a nosotros mismos.
  • Hacernos cargo de los errores para no volver a cometerlos.
  • La voluntad sin esperanza de Sísifo.

Decíamos en anteriores pinceladas (y lo seguiremos diciendo en posteriores), que la voluntad es casi tan importante o más que el entendimiento para conseguir llevar a cabo nuestros proyectos en la vida y, sobre todo, lograr cambios en nuestros comportamientos.

Sin embargo, hemos de distinguir la voluntad del mero impulso: el impulso produce un movimiento mecánico, físico, que si se encuentra con un obstáculo se detiene o rebota (en función de la elasticidad); en cambio, el cuerpo movido por la voluntad sortea el obstáculo, lo salta, aún después de haber sido detenido o repelido, y si ha caído, vuelve a levantarse. Esta distinción es importante, ya que en todo proyecto nos vamos a encontrar con situaciones adversas y con pequeños fracasos que debemos superar si no queremos que se conviertan en el fracaso del proyecto. La voluntad se hace cargo del fracaso, del error cometido, para lanzarse de nuevo en pos del objetivo con fuerzas renovadas.

Especialmente importante en este sentido es la indulgencia para con uno mismo cuando cometemos un error en el proceso de cambio de un comportamiento, es decir, cuando en una situación concreta no hemos logrado comportarnos como esperábamos. Hemos de perdonarnos ese error para no desfallecer en la empresa global, un perdón que a semejanza de la confesión católica sólo puede llegar tras un examen de conciencia, un dolor de los pecados y un propósito de enmienda. En ese examen y en ese propósito se encuentra además un elemento imprescindible: la inteligencia. La voluntad se hace cargo del fracaso para lanzarse de nuevo, no sólo con fuerzas, sino con inteligencia renovada, y así evitar caer más veces en ese tipo de errores.

No obstante, a veces debido a nuestra falta de luces, a veces debido a distintas circunstancias, no es posible evitar el obstáculo y nos vemos obligados a chocar no dos, sino cien veces contra la misma roca (o más bien contra rocas parecidas) y cien veces debemos levantarnos y continuar nuestro camino como si de Sísifo, el héroe trágico, tratásemos. Así lo expone Albert Camus:

"...su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha" (El mito de Sísifo).

Previamente, Camus, ha explicado que Sísifo carece de toda esperanza para lograr su empresa, dejar la roca en lo alto de la montaña. Y eso es lo que le convierte en un héroe trágico. En buena hora íbamos nosotros a andar subiendo una roca para verla luego rodar montaña abajo... Salvo que la roca sea una metáfora de, por ejemplo, el amor, la justicia, la ética o cualquier otra de las grandes ideas prácticas, ideas por las que merece la pena luchar sin esperanza. Sin esperanza, pero con inteligencia. Sin esperanza, pero con corazón.

(Sobre la esperanza hablaremos en la próxima pincelada)






martes, 2 de abril de 2013

Odio

Un rostro que refleja odio es muy contrario a la naturaleza. Cuando los arrebatos se producen con frecuencia, la belleza del rostro muere y termina por extinguirse, pues pierde su poder de iluminación.

(Marco Aurelio, Meditaciones, VII - 24)