sábado, 29 de diciembre de 2012

Humor

"No te tomes la vida tan en serio, pues al fin y al cabo no vas a salir vivo de ella".

Esta frase, atribuida al filósofo estadounidense Elbert Hubbard, ilustra perfectamente el tema que queremos tratar en esta pincelada: el buen humor como actitud vital. Y es que, efectivamente, cuando hablamos de buen humor o mal humor solemos referirnos a ello en tanto que un sentimiento ligado a situaciones externas, es decir, a cosas que nos ponen de buen o mal humor, alegres o tristes.

Este tipo de sentimientos ligados a objetos externos es muy humano. Absurdo sería pretender que ante una desgracia cernida sobre un amigo, un familiar o sobre nosotros mismos no nos entristeciéramos, sin embargo esto no significa que debamos estar ya tristes para toda la vida, pues el dolor puede (y debe) pasar. Pero tampoco significa que debamos entristecernos o malhumorarnos por cualquier cosa sin importancia. Y es que, ya lo hemos dicho más veces en este blog: la mayoría de las veces que nos sentimos enfadados o tristes es por cosas sin importancia: se ha estropeado la cafetera, el metro sufre un retraso, alguien nos pisa y casi discutimos... Además son situaciones en las que los sentimientos negativos se van acumulando a lo largo del día dando lugar al final a un auténtico estado de mal humor.

Si lográsemos tomarnos a risa muchas de esas situaciones podríamos generar un estado de buen humor que nos ayudaría a soportar mejor situaciones que "objetivamente" son malhumorantes o tristes, pues desde una perspectiva médica la risa libera endorfinas y disminuye los niveles en sangre de otras hormonas como la epinefrina y la cortisona (hormonas del estrés) otros beneficios médicos de la risa son el incremento de la producción de anticuerpos, la activación de los linfocitos, reducción del nivel de colesterol, regulación de la presión sanguínea, etc. Ciertamente es mucho más fácil reírse de situaciones ajenas que de situaciones propias, pero por algo se empieza. Reírse de alguien que tropieza y se cae no es de mala persona; lo es no ayudarle a levantarse.

Sin embargo, para lograr reírnos de nosotros mismos debemos intentar colocarnos a una cierta distancia de nuestro ego, vernos desde fuera, como en una película cómica, como vemos a los demás. De un tiempo a esta parte vengo utilizando boina, una boina rural, con su rabito. Hace poco fui a ver a unos primos a su trabajo y uno de ellos me metió el brazo por la espalda, de abajo a arriba y dijo: "Mirad, soy Jose Luis Moreno y este es Macario". Esta situación, que cada vez que la recuerdo me dan ganas de carcajearme, en su momento no me hizo ninguna gracia, fue después, rememorándola y pensando en lo absurdo de la situación, cuando empecé a verla de otro modo. Lo ideal sería poder tomarnos con humor los acontecimientos en el momento en que se producen, pero si no es así también podemos hacerlo con posterioridad, pues al fin y al cabo lo que cuenta es el recuerdo de esos acontecimientos y no es lo mismo recordarlos con una carga emocional negativa que positiva. Esto, por cierto, sería un caso para el tema de otra pincelada: la capacidad de rectificar y de perdonarnos a nosotros mismos.

Sobre el asunto de verse a uno mismo desde fuera es muy interesante lo que dice Bertrand Russell en La conquista de la felicidad:

"No hay límites a lo que se puede hacer para consolarse de los pequeños contratiempos mediante extrañas analogías y curiosos paralelismos. Yo creo que toda persona civilizada, hombre o mujer, tiene una imagen de sí misma y se molesta cuando ocurre algo que parece estropear esa imagen. El mejor remedio consiste en no tener una sola imagen, sino toda una galería, y seleccionar la más adecuada para el incidente en cuestión. Si algunos de los retratos son un poco ridículos, tanto mejor; no es prudente verse todo el tiempo como un héroe de tragedia clásica."

Y es que hay gente que a pesar de los múltiples problemas que tienen siempre los vemos de buen humor, incluso graciosos (mis primos son de este tipo), y cuando te hablan te transmiten ese humor (siempre y cuando no seamos nosotros el objeto de sus bromas o burlas); no obstante, también existe un límite para esto; Russell continúa así el texto anterior:

"Tampoco recomiendo que uno se vea siempre a sí mismo como un payaso de comedia, porque los que hacen esto resultan aún más irritantes; se necesita un poco de tacto para elegir un papel adecuado a la situación. Por supuesto, si uno es capaz de olvidarse de sí mismo y no representar ningún papel, me parece admirable. Pero si estamos acostumbrados a representar papeles, más vale hacerse un repertorio para así evitar la monotonía. "

En cualquier caso si el sujeto en cuestión se ríe, mejor para él, pues (como ya hemos comentado) de un tiempo a esta parte se vienen escuchando recomendaciones médicas acerca de los beneficios de la risa: existen sesiones de risoterapia, actuaciones de payasos para niños en los hospitales, etc. Pero estos beneficios médicos no son meramente fisiológicos, sino psicoterapéuticos, es decir, que no afectan sólo a nuestro cuerpo, sino también a nuestra mente, entre ellos están la liberación del temor, de la angustia y de la ira. Sobre todo es importante el efecto liberador:

"La risa mata el miedo y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios [...] La risa seguirá siendo la diversión del hombre sencillo. ¿Pero qué ocurrirá si por culpa de este libro los hombres doctos declaran que es permisible reírse de todas las cosas? ¿Podemos reírnos de Dios? El mundo desembocaría en el caos." (Adaptación cinematográfica de El nombre de la rosa, de Umberto Eco).

viernes, 30 de noviembre de 2012

Blanco y negro vs. grises y colores

"Veo todo en blanco y negro [...] las mismas caras, los mismos gestos..." (Barricada, En blanco y negro).

El grupo de rock Barricada comienza esta canción con una de las actitudes más negativas y perversas que podemos adoptar en nuestra vida diaria: el maniqueísmo moral (las personas son o buenas o malas) o el dualismo en general (las cosas y personas son o bellas o feas, los discursos y frases son verdaderos o falsos, estás conmigo o contra mí, etc...)

El dualismo consiste en considerar que las cosas sólo pueden tener dos estados (correspondientes a los principios supremos que rigen el universo; pero de momento esto no nos interesa porque nos adentraríamos en el plano de la metafísica y dejaríamos el de la filosofía práctica). Esta consideración no toma en cuenta, al menos, un par de aspectos bastante obvios:
1.- que la mayoría de las cosas pueden tener varios estados (más o menos objetivos), estados que pueden situarse en una escala de valoración (ésta, sí, subjetiva), y
2.- que dichos estados no suelen darse al mismo tiempo, sino uno tras otro, es decir: las cosas y las personas cambian, se transforman.

De este modo podemos decir que del blanco al negro hay una infinita gama de grises, igual que de lo bello a lo feo o de lo bueno a lo malo: entre dos acciones moralmente evaluables siempre es posible establecer cuál de ellas es mejor que la otra; esto no significa que una sea buena y otra mala, pueden ser las dos malas (golpear a una persona o matarla), pero una es peor que la otra. Lo mismo ocurre con las personas, con la salvedad, además, de que éstas pueden cambiar y redimirse si se portaron mal, o empeorar si hasta entonces se portaron bien.

Como antes hemos dicho todo cambia, se transforma; tanto las cosas como las personas, pero especialmente estas últimas, porque las personas (sobre todo en el plano moral) NO SON; las personas SE COMPORTAN. Uno puede ser alto o bajo (aunque también esto sea relativo respecto a la media), pero no es bueno o malo, sino que se porta bien o mal o regular en distintos momentos a lo largo de su vida. En sentido laxo se dice que alguien es bueno o malo si el conjunto de sus comportamientos es bueno o malo, pero no se dice eso en función de una supuesta esencia. Como diría Sartre, en el hombre la existencia precede a la esencia, somos lo que hacemos, no viceversa.

Es más, las personas suelen cambiar de actitud según el contexto en el que se encuentren: así podemos portarnos mal con nuestros padres pero ser sumisos en el trabajo, entusiasmarnos con una tarea pero aburrirnos con otra, querer a nuestros hijos pero odiar al del vecino... Las personas no estamos hechas de una pieza, sino de un conjunto de ellas en el que, a veces, no encajan bien unas con otras.

Uno de los aspectos más importantes que caracterizan a la filosofía es el intento de analizar las cosas desde el máximo número de puntos de vista posibles (por ello se le considera un saber totalizador, que no total, pues para ser total habría de ser, además, definitivo, cosa que no puede ser, ya que el mundo está en constante devenir, en constante creación y destrucción; no el mundo entero, sino pequeñas partes de él). Tratar con las personas requiere observarlas desde el mayor número de aspectos posibles. Si así lo hacemos ya no nos parecerán blancas o negras, ni siquiera presentarán una gama de grises, sino que aparentarán ser auténticos caleidoscopios con múltiples colores que cambian constantemente ofreciéndonos un bello espectáculo (aunque haya momentos verdaderamente oscuros). Y por supuesto, entre esas personas estamos nosotros mismos.

"Las mismas caras, los mismos gestos" es una expresión nacida del desconocimiento y de la pereza por conocer. Ni siquiera necesitamos entablar conversación con una persona que vemos todos los días en el metro para captar los diferentes matices que presenta su rostro de un día a otro; basta observar, aunque para ello nosotros debamos estar despiertos. Y si una persona presenta estas diferencias, ¿acaso no las presentarán diferentes personas entre sí?

Incluso un acto aislado, una situación propia o ajena, que solemos valorar positiva o negativamente (blanco o negro), analizada desde distintos puntos de vista puede ofrecernos diferentes matices a tener en cuenta: unos positivos, otros negativos y otros neutros. Esto es importante a la hora, por ejemplo, de tomar decisiones ante situaciones complejas: debemos intentar analizar a fondo la situación, las posibles consecuencias de nuestras acciones, y escoger la opción que más aspectos positivos presente.

No creo que las cosas sean, como dice la cultura popular, "del color del cristal con el que se miran", pues esta metáfora ocular nos parece también un poco fruto de la pereza: simplemente habría que cambiar las gafas. No. Las cosas presentan distintos colores en función de la perspectiva desde la que las observemos, para lo cual hemos de rodearlas, es decir, hacer un poco más de esfuerzo. El mundo es complejo y tratar con la complejidad requiere un cierto trabajo. Qué le vamos a hacer.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Felicidad

"La felicidad no existe en la vida. Sólo existen momentos felices" (Jacinto Benavente).

Nos planteábamos en la presentación de este blog dar una serie de pinceladas para, entre otras cosas, lograr ser un poco más felices; un plantamiento quizá demasiado pretencioso. O no, porque puede que alcanzar la felicidad dependa de lo que por ella entendamos.

Desde muy antiguo, desde los primeros filósofos, el tema de la felicidad ha sido una de las principales preocupaciones intelectuales: ¿Qué es la felicidad? ¿Qué se necesita para ser feliz? Aunque bien es cierto que resultan un tanto corporativistas en la medida en que consideran que sólo el sabio puede ser feliz: Tales de Mileto decía que sabio es «quien tiene un cuerpo sano, fortuna y un alma bien educada», y en esta línea también se sitúa Aristóteles, según el cual las personas felices deben poseer las tres especies de bienes, especies que se pueden distinguir según sean bienes externos, del cuerpo y del alma, aunque tanto Aristóteles como otros muchos se apresuran a matizar la función de los bienes externos (materiales) en la consecución de la felicidad: estos bienes han de servir como medios para conseguir los otros bienes, los del cuerpo y los del alma, nunca como fines, pues entonces caeríamos en la esclavitud materialista.

Otros filósofos, como Aristipo y Epicuro, vincularon la felicidad a los placeres, placeres que no se entendían como se entienden hoy día (fogosidad y desmesura), sino algo más moderado y entre los que se incluyen los placeres intelectuales (buenas lecturas, buenas conversaciones, etc).

Kant
Sin embargo, en el siglo XVIII vino Kant a estropear la fiesta declarando que la felicidad, si bien constituye una idea práctica por la que guiarse en este mundo, es inalcanzable en la realidad, pues las inclinaciones, necesidades y deseos del hombre no se detienen en la satisfacción, cosa que, por otro lado, ya sabían desde antiguo los místicos y los filósofos orientales, cuyos esfuerzos se dirigían hacia la contemplación espiritual intentando eliminar las cadenas del deseo.

Sin necesidad de llegar a tanto y considerando los placeres en un nivel adecuado de moderación creemos por nuestra parte (siguiendo a Kant) que la felicidad no es un estado definitivo y total al que se pueda acceder, sino que más bien se trataría de un proceso, una serie de momentos felices (como dice Benavente) probablemente interrumpida por momentos neutros y momentos desdichados. Como mucho podría decirse que alguien ha tenido una vida feliz si los momentos felices superan a los desdichados y son una buena proporción respecto de los momentos neutros.

Ahora bien, supuestamente entendido a grandes rasgos lo que es la felicidad, quedaría por ver cuáles son aquellos bienes o placeres del cuerpo y del alma que nos proporcionarían esos momentos felices. A nuestro juicio creemos que es Bertrand Russell, en La conquista de la felicidad, el que mejor y más sencillamente ha establecido el sistema de placeres que proporcionan momentos felices:
  • La familia y los amigos: las relaciones sociales afectivas, dar y recibir cariño, como ya dijimos en la pincelada anterior, son de las actividades que más felicidad nos proporcionan.
  • El trabajo: proporciona la satisfacción o el placer de ejercer una habilidad e incluso de levantar una construcción, un objeto exterior que será utilizado por otros.
  • Las aficiones o intereses no personales: cuanto mayor sea el número de asuntos por los que nos interesemos, mejor, pues de este modo evitaremos tanto el tedio como la insatisfacción que sobreviene tras habernos quedado saciados en alguna de las facetas (el "y ahora, qué"). Cuantas más cosas nos gusten, más disfrutaremos.
  • Sin embargo no basta con enfrentarse a estos objetos, personas o actividades de cualquier modo; para proporcionarnos felicidad hemos de enfrentarnos a ellas con una cierta actitud: con entusiasmo.
  • Otra actitud necesaria para enfrentarse a la vida es el justo medio entre esfuerzo y resignación: esfuerzo para lograr aquello que queremos (ya sea la admiración de los otros, el cariño de alguien, la habilidad necesaria para un trabajo o el conocimiento propio de una determinada afición) y la resignación necesaria para soportar nuestros fracasos a pesar del esfuerzo invertido; resignación también para afrontar los reveses de la vida y esfuerzo para salir a flote de ellos.
Cierto es que muchos trabajos no resultan gratificantes en sí mismos o en sus condiciones y que a veces la familia es una fuente de discusiones y disgustos: resignación para soportarlo mientras nos esforzamos por cambiarlo.

La obra mencionada de Russell está dividida en dos partes, una orientada a la consecución de la felicidad y otra a la eliminación de la infelicidad, la cual procede sobre todo del egocentrismo del hombre, centrado en sí mismo y en sus pasiones. No en vano suele considerarse a los místicos (caracterizados por la superación de su ego y el olvido de sí mismos) entre las personas más felices del mundo. El interés por los otros y por las cosas tiene la virtud, precisamente, de sacarnos de nosotros mismos, al menos durante un rato.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Relaciones sociales

"La felicidad sólo es real cuando se comparte" (Christopher McCandless, protagonista en la vida real de "Hacia rutas salvajes").

El propósito de este blog, como ya indicamos, era dar una serie de pinceladas básicas sobre cómo intentar ser un poco más felices. Hemos hablado de cómo cultivar el autocontrol, la paciencia, de los beneficios psicológicos del deporte;  alguna referencia hemos hecho de pasada a la autorrealización de uno mismo, etc. Todos estos aspectos son importantes para alcanzar la felicidad o, como trataremos más adelante, lograr pequeños atisbos de la misma, sin embargo, si hay un aspecto imprescindible para ello es el de mantener un núcleo mínimo de relaciones sociales satisfactorias, relaciones con personas con las cuales compartir los mejores momentos (que quizá sean los mejores precisamente por estar con esas personas) y los peores.

Uno no puede ser tan autosuficiente como para prescindir de los demás, pues su contacto nos proporciona calor, seguridad, y para darse cuenta de esto no hace falta marcharse a Alaska como el autor de la cita; ya nos decía Nietzsche que para vivir en soledad hacía falta ser un animal o un dios. Se puede vivir perfectamente en soledad dentro de la ciudad; no nos moriremos de hambre, ni de una intoxicación, como Christopher McCandless, pero podremos ser muy infelices si no mantenemos un pequeño núcleo de amistades o familiares que nos den esa seguridad. La seguridad que nos proporcionan los otros nos brinda una posible segunda parte de la cita inicial: "... Y la infelicidad es menor cuando también se comparte". Estamos hablando pues, no sólo de seguridad física, que también, sino de seguridad emocional. En el libro La inteligencia emocional, su autor, Daniel Goleman, también habla de la necesidad de relacionarse con otros: "contar con personas en quienes confiar y con las que poder hablar, personas que puedan ofrecernos consuelo, ayuda y consejo, nos protege del impacto letal de los traumas y los contratiempos de la vida".

Se nos dirá por ahí que este tipo de relaciones sociales suponen auténticos compromisos, y quien diga esto llevará razón, aunque lo diga criticándonos. Estas relaciones suelen ser, o deberían ser, recíprocas: si alguien nos proporciona cariño, amor, consuelo, nosotros estamos obligados a devolvérselo; la mayoría de las veces esta "devolución" la haremos de buen grado, pero aunque así no fuera, nuestro deber es proporcionarlo, pues tácitamente hemos aceptado el compromiso al recibirlo previamente. En la película "Hacia rutas salvajes" se da una constante lucha entre la libertad y la seguridad (esa seguridad que ofrece la familia y los amigos). Parecería como si ambos conceptos fuesen complementarios y contrapuestos, de modo que cuanta más libertad, menos seguridad y viceversa. Los compromisos suponen ataduras, por supuesto; coartan nuestra libertad (para hacer lo que nos dé la gana en un momento determinado, es decir, cuando la otra persona nos necesita). Pero tampoco es menos cierto que somos perfectamente libres, en nuestra sociedad actual, para mantener esos compromisos o para romperlos. Sin embargo somos más libres cuanto más tiempo mantenemos en nuestra vida una línea de acción "contra viento y marea" (es decir, contra caprichos pasajeros, por ejemplo). Pero el tema de la libertad también habremos de dejarlo para otro momento.

Por lo pronto dejemos clara la idea de hoy: cultivemos las relaciones con nuestros familiares y amigos, pero no sólo porque sean ellos el único asidero al que poder agarrarnos en caso de zozobra, sino porque experimentar las cosas de modo compartido es mucho más gratificante. Podemos subir solos a un monte, nosotros que tanto nos gusta andar, y nos sentiremos muy bien, felices incluso; pero si vamos con un amigo el bienestar y la felicidad se potencian, pues fluye la comunicación, se comentan las cosas, se recuerdan anécdotas...

Ya lo dijo Dios: "no es bueno que el hombre esté solo" (luego cada cual que lo interprete a su modo).




martes, 30 de octubre de 2012

Gestión del tiempo

"La muerte solo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado para vivir" (Viktor Frankl).

Quizá sea ésta una cita demasiado solemne para el tema que vamos a tratar en esta pincelada, pues mientras que Frankl se refiere más bien al tiempo de una vida en su totalidad, una vida a la que hemos de dotar de sentido, nosotros nos vamos a referir a esos pequeños tiempos "muertos" en los que podremos dedicarnos a realizar pequeñas tareas. Estas tareas, siguiendo en nuestra línea, van a ser deportivas e intelectuales (dentro de estas últimas, fundamentalmente leer y pensar, aunque también se puede escuchar la radio o artículos en podcast, por ejemplo). Ahora bien, tampoco está tan alejada de nuestro tema dicha cita en la medida en que muchas veces son precisamente estos tiempos muertos el único tiempo libre que tenemos.

Cuando se le recomienda a la gente leer o hacer deporte una de las excusas más comunes es que no se tiene tiempo para ello. Esto suele ser más cierto para el caso del deporte que para la lectura, pues cada vez estamos más acostumbrados a ver a la gente leer en los transportes públicos mientras van o vienen del trabajo (precisamente uno de los tiempos muertos que conviene aprovechar).

Para aprovechar estos tiempos es conveniente llevar siempre una mochila con el material necesario, ya sea lectura, ya ropa deportiva; aunque si se trata de pensar basta con llevar la cabeza un poco despejada. Para leer casi cualquier momento y lugar es bueno y no es necesaria una gran logística; en cambio para hacer deporte sí, pues muchas personas necesitan ducharse tras correr o andar deprisa o, simplemente, cambiarse de ropa (tarea que puede realizarse en el vehículo particular o en un servicio público; todo es cuestión de abrir un poco la mente para estudiar las posibilidades del entorno y eliminar algunos prejuicios).

Si se trata de pasear, o andar ligeros, los momentos previos y posteriores al trabajo (incluso durante el tiempo que nos dan para comer, a veces excesivo) son ideales: si de nuestra casa al trabajo hay 4 km o menos podemos ir y/o volver perfectamente andando, si hay más siempre podremos bajarnos del transporte dos o tres paradas antes e ir caminando el resto (o ir todo el trayecto en bicicleta). En los parques cercanos a las zonas de oficina cada vez más podemos ver a trabajadores trajeados caminando y comiendo un sandwich o bocadillo en algún banco. Con esto no queremos decir que abandonemos nuestra sana costumbre de comer sentados a una buena mesa, pero lo otro es una posibilidad que puede realizarse una o dos veces por semana. Ahora bien, si se trata de hacer el deporte después del trabajo, la regla de oro, al menos para los principiantes es: ¡no entres en casa! Haz lo posible por llevarte todo lo necesario al trabajo y desde allí vete a la piscina, al gimnasio o a correr, pero no entres en casa porque allí las distracciones son múltiples.

Ahora bien, este sistema conlleva un peligro: el agobiarnos y andar con prisas porque tenemos poco tiempo, lo cual va en contra de nuestra filosofía de vida. Es decir, si este sistema nos va a producir más estrés que el que pretendemos reducir, evidentemente habrá que desestimarlo. Mejor dedicar esos tiempos a la lectura.


En general una buena gestión del tiempo en cualquier ámbito de la vida se logra con una agenda en la que establecer las tareas a realizar y la prioridad de las mismas de modo que, cuando una de las tareas no pueda continuarse por cuestiones ajenas a nosotros, poder continuar con la tarea siguiente. No obstante, hay que recordar lo que cantaban Fito y los Fitipaldis: "no siempre lo urgente es lo importante". Decíamos antes que muchas veces o para muchas personas estos tiempos muertos son el único tiempo libre que tienen de verdadero ocio. Y es que no todo el tiempo libre que nos deja el trabajo es tiempo de ocio, pues hemos de dedicarlo a diversas tareas necesarias para el mantenimiento de la vida: dormir, comer, arreglar la casa, asearnos... Y luego el tiempo que nos queda también hemos de dedicarlo a la familia, a los amigos, el tiempo, por cierto, mejor invertido, aunque algunos también lo considerarán como obligación. Es importante dedicar tiempo a las relaciones humanas, sobre todo a las satisfactorias, pues somos seres sociales y, como dijo Nietzsche, para poder vivir en soledad es necesario ser un animal o un dios. No aprovechar el poco tiempo de ocio que tenemos con otras personas (de nuestro agrado) es poco menos que desperdiciarlo.

Si a lo anterior le añadimos un trabajo que no nos realiza, aunque nos dé de comer, tenemos los ingredientes para que, como se dice en la cita de Viktor Frankl, nos dé pavor la perspectiva de la muerte. Bien es cierto que también sería posible cambiar nuestra concepción sobre tal trabajo, sobre nuestra vida y sobre nuestra muerte, pero eso tampoco es tema de esta pincelada.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Paciencia

"Y es que anda muy escasa la virtud de la Paciencia. Entendamos por paciencia, no sólo una virtud que en ocasiones de la vida cotidiana nos hace resistir las pequeñas molestias, sino más bien una actitud total y armónica ante la vida que nos hace acomodar nuestros impulsos y nuestros deseos a la monotonía del tiempo (a esa monotonía riquísima, madre de toda virtud y de todo buen pensamiento que nos parece tan prosaica). Sencillamente: la Paciencia es el arte de no coger la pera antes de tiempo y de saber cultivarla". (Rafael Sánchez Ferlosio: http://www.filosofia.org/hem/194/alf/ez0503.htm ).

Hoy vamos a hablar de la paciencia, un tema, concepto o virtud, que tiene mucho que ver con el anterior, el del autocontrol, es más, podríamos decir que la paciencia es una de las manifestaciones del autocontrol. Sanchez Ferlosio habla de la paciencia necesaria para poder llevar a cabo largas tareas donde la consecución de resultados sea a largo plazo. Cultivar una pera puede llevar varios meses durante los cuales habremos de realizar ciertos trabajos y esperar, sobre todo esperar. Las prisas son enemigas de la paciencia, mas para cultivar esta Paciencia, con mayúsculas, quizá sea bueno empezar por cultivar las pequeñas paciencias haciendo frente a las prisas del día a día.

Una de las causas más comunes del estrés (ya lo hemos dicho anteriormente) son las prisas a que nos somete la vida diaria. Pero... ¿de verdad es la vida la que nos somete a las prisas? ¿O somos nosotros mismos los que nos sometemos a ellas voluntariamente? Si quedamos a comer con alguien a las 14:00 horas en un punto de la ciudad al que tardamos en llegar una hora, ¿por qué salimos de casa a las 13:30? Eso supone tener que ir deprisa y agobiados, amén de hacer esperar a la otra persona, la cual por su parte se impacientará. Afortunadamente hoy en día se puede avisar a través del teléfono móvil, de modo que esta segunda persona puede realizar alguna actividad en lugar de estar plantada esperando. Sin embargo, puede no ser así y seguir impacientada, de modo que luego habrá caras largas.

Vamos conduciendo con prisas (siempre con prisas) y nos encontramos de repente en un atasco. Se nos acelera el corazón y la respiración, aparece un nudo en el estómago... Y sin embargo no podemos hacer nada por evitarlo... Por evitar el atasco, queremos decir.

Estas son situaciones "normales" en las que las respuestas de estrés están, hasta cierto punto (pero sólo hasta cierto punto) justificadas. El problema está en que el número de estas situaciones es bastante elevado y, por ello mismo, la respuesta se generaliza a la mayoría de situaciones en las que se produce un contratiempo. "Contra-tiempo": contra el tiempo que normalmente se tarda en hacer algo. Si tardamos media hora en llegar de casa al trabajo, coger un atasco es ir contra esa "marca" de tiempo y como vamos con la hora pegada... Pillar un atasco es, siempre y en todo momento, un fastidio, una situación de la que queremos salir; una situación, en definitiva, estresante.

Pero también es una situación ideal para poner a prueba nuestra paciencia. Hoy lo hemos probado: viernes, 16:00 horas, M-40 madrileña y Autopista A-6 dirección La Coruña. Un buen atasco. Otros días tomaba un camino alternativo por la sierra que me llevaba como 15 o 20 kilómetros más. Pero hoy no, hoy me he zambullido en el atasco. ¿Había prisa? Ninguna. No había quedado a ninguna hora con nadie, ya había comido... El atasco me brindaba la oportunidad de reconsiderar la situación y de extraer algo positivo. De hecho es donde he considerado la posibilidad de escribir sobre la paciencia. Ya fuera del atasco me he puesto en el carril de la derecha y he continuado sin pasar de 90 km/h, tranquilamente.

Evidentemente la paciencia consiste fundamentalmente en esperar, pero no esperar de cualquier modo, haciéndonos mala sangre (decía Rousseau que "la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces"), por ejemplo, sino con una actitud positiva, aprovechando ese tiempo (durante el que esperamos) para leer, para realizar una llamada, para escuchar música, para pensar en otra cosa que no sea el tiempo de espera o, simplemente, para observar las cosas y la gente a nuestro alrededor... Incluso para no hacer nada. ¿Por qué hemos de estar siempre haciendo algo?

La paciencia es una virtud escasa hoy en día, precisamente por todo lo dicho, porque vamos muy deprisa: salimos del trabajo y hemos de recoger al niño en el colegio... ¿Es que no habíamos pensado en la posibilidad de que algún día llegásemos tarde? Hay situaciones que es mejor prever o prevenir. Si no podemos llegar tarde al trabajo, quizá convenga llegar media hora antes (podemos tomar un café antes de entrar).

Además, luego existen ciertas actividades de la vida diaria que exigen un ritmo lento, nada de prisas, por ejemplo comer, el sexo, la lectura... Existe un movimiento social, el movimiento Slow, uno de cuyos teóricos es Carl Honoré, que pretende imprimir un ritmo más lento a todas estas actividades que necesitan realizarse lentamente, tomándonos el tiempo justo. En estas actividades no debería hacer su aparición la impaciencia. Aunque hoy en día es esta una asignatura pendiente para casi todos nosotros. Yo, por mi parte, intento trabajarla: en los atascos, a la hora de esperar en restaurantes y otros comercios, al dormir a mi niño... Y no es fácil hacerlo cuando llevamos años y años bajo la tiranía de las prisas, pero hay que intentarlo.

Quizá la solución también pueda venir por el proponernos realizar menos cosas al día o por tratar de gestionar nuestro tiempo de una manera más eficaz. Sobre lo primero no hay mucho que decir, sobre lo segundo tendremos que dejarlo para más adelante.




miércoles, 10 de octubre de 2012

Autocontrol

"Hay personas que son incapaces de sobrellevar con paciencia los pequeños contratiempos que constituyen, si se lo permitimos, una parte muy grande de la vida. Se enfurecen cuando pierden un tren, sufren ataques de rabia si la comida está mal cocinada, se hunden en la desesperación si la chimenea no tira bien y claman venganza contra todo el sistema industrial cuando la ropa tarda en llegar de la lavandería. Con la energía que estas personas gastan en problemas triviales, si se empleara bien, se podrían hacer y deshacer imperios. El sabio no se fija en el polvo que la sirvienta no ha limpiado, en la patata que el cocinero no ha cocido, ni en el hollín que el deshollinador no ha deshollinado. No quiero decir que no tome medidas para remediar estas cuestiones, si tiene tiempo para ello; lo que digo es que se enfrenta a ellas sin emoción. La preocupación, la impaciencia y la irritación son emociones que no sirven para nada. Los que las sienten con mucha fuerza pueden decir que son incapaces de dominarlas, y no estoy seguro de que se puedan dominar si no es con esa resignación fundamental de que hablábamos antes. Ese mismo tipo de concentración en grandes proyectos no personales, que permite sobrellevar el fracaso personal en el trabajo o los problemas de un matrimonio desdichado, sirve también para ser paciente cuando perdemos un tren o se nos cae el paraguas en el barro. Si uno tiene un carácter irritable, no creo que pueda curarse de ningún otro modo" (Bertrand Russell, La conquista de la felicidad).

Ya hemos hablado de cómo minimizar las consecuencias del estrés gracias al ejercicio físico. Sin embargo lo ideal sería atacar a las causas que producen el estrés, es decir, ir a la raíz del problema, actitud filosófica donde las haya. También hemos dicho que el estrés consiste en una respuesta ante una agresión real o imaginaria. Pues bien, es precisamente el componente imaginario lo que hemos de tratar para evitar las respuestas de estrés ante situaciones en primer lugar neutras y, después, levemente agresivas. Ojo, porque las respuestas de las que hablamos no son únicamente las visibles, físicas y/o verbales, sino también las internas, mucho más difíciles de controlar, es decir, las emociones de las que habla Russell en el texto anterior: nosotros podemos evitar contestar a nuestro jefe ante una bronca injustificada, pero por dentro podemos estar mordiéndonos la lengua y envenenándonos. Si este tipo de respuestas fuese habitual podríamos llegar a tener un serio problema de estrés ante el cual la cura podría estar en dejar aflorar las respuestas físicas. Pero entonces podríamos llegar a tener problemas de conflictos con los demás, problemas que deberíamos evitar.

Este autocontrol interno no es sino un aspecto del más amplio "autocontrol emocional" (control de los celos, control de la tristeza, etc), tema del que ya hablaremos más adelante y, al igual que éste, es una habilidad que tarda cierto tiempo en adquirirse, una habilidad que hay que entrenar toda vez que se nos presente la oportunidad. Como al principio no lo vamos a lograr deberíamos minimizar las consecuencias del estrés generado, y esto lo haremos a través del ejercicio físico. De hecho, esta técnica es un ejemplo de lo que plantea Bertrand Russel en La conquista de la felicidad; Russell considera, en contra de lo que vamos a proponer aquí, que es muy difícil modificar las emociones a través del pensamiento racional, que lo que hay que hacer es ponerse a realizar alguna actividad que nos mantenga ocupados "en cuerpo y alma" hasta que se nos pase. En realidad también propone otro método que más adelante comentamos.

Nuestra idea, en cambio, consiste en que, antes de emitir una respuesta nos paremos a reflexionar sobre la situación, a relativizarla y a pensar sobre las posibles consecuencias de nuestras respuestas, sobre todo esto último, pues las respuestas inadecuadas son lo que nos puede acarrear los mayores problemas. Como a veces esto no es posible o no podremos hacerlo en un corto espacio de tiempo, lo mejor es no hacer nada, no responder, respirar hondo, tratando de captar los detalles de la situación para luego poder analizarla mejor. Quizá la situación nos cause cierta ansiedad, sintamos un nudo en el estómago, pero más tarde trataremos de calmarnos; por el momento lo importante es mantener la compostura. Si en estas situaciones se nos exige una respuesta, lo ideal sería postergarla, hasta que estemos más relajados y esto hay que hacérselo saber a nuestro interlocutor o interlocutores.

Tras la situación estresante deberíamos realizar alguna actividad que nos devolviera la calma; pero esto a veces no es posible, porque estamos en el trabajo o por otras muchas cuestiones. Respirar hondo, tratando de concentrarse en la respiración, es uno de los métodos que mejores resultados dan. Beber agua para devolver la humedad a nuestra garganta, que se habrá quedado seca, intentar concentrarnos en todos los músculos del cuerpo para notar cuáles están en tensión y relajarlos...

Una vez recuperada la calma hay que pensar en lo ocurrido: por una parte, si ha habido una bronca, pensar en la razón que pueda llevar el otro, pensar en el fondo, significado o contenido de la reprimenda; por otra, pensar en las circunstancias que han podido llevar al otro a "perder la compostura", hablar a gritos, etc., esto es, pensar en las causas de la forma en que nos han echado la bronca. Siempre hay una razón o causa de algo, y el hecho de plantearnos simplemente la posibilidad de alguna de esas causas permite relativizar las situaciones. Cuando este proceso lo hemos automatizado, podremos mantener la calma en muchas de las situaciones que antes nos alteraban. Cuando alguien discuta con nosotros otorguémosle el beneficio de la duda, es decir, no pensemos automáticamente que está equivocado, busquemos la verdad en lo que dice.

Hay otras situaciones en las que quizá sea más difícil autocontrolarnos, por ejemplo, cuando nos empujan en el metro, cuando otro vehículo nos avasalla, cuando no tienen en cuenta al bebé que llevamos en nuestro carrito... Ante estas situaciones, la técnica es un poco la misma, pero sobre todo hay que pensar en las consecuencias de nuestras posibles respuestas. Lo más adecuado es acostumbrarse a no responder de malos modos, aunque sí deberíamos hacer saber a los otros que su comportamiento nos está molestando, poniendo en peligro, etc.

Ante todo, mantengamos la paz con una sonrisa, esto hará que el contrario también se relaje y la situación se haga menos tensa. Cuando estas respuestas nos salgan automáticamente tendremos una mayor claridad de pensamiento en las situaciones complicadas.

Bertrand Russell
Bertrand Russell, en la obra citada, propone otro método para autocontrolarse: "El que ha conseguido liberarse de la tiranía de las preocupaciones descubre que la vida es mucho más alegre que cuando estaba perpetuamente irritado. Las idiosincrasias personales de sus conocidos, que antes le sacaban de quicio, ahora parecen simplemente graciosas. Si fulano está contando por trescientas cuarenta y siete vez la anécdota del obispo de la Tierra del Fuego, se divertirá tomando nota de la cifra y no intentará en vano acallarle con una anécdota propia. Si se le rompe el cordón del zapato justo cuando tiene que correr para tomar el tren de la mañana, pensará, después de soltar los tacos pertinentes, que el incidente en cuestión no tiene demasiada importancia en la historia del cosmos. Si un vecino pesado le interrumpe cuando está a punto de proponerle matrimonio a una chica, pensará que a toda la humanidad le han ocurrido desastres semejantes, exceptuando a Adán, e incluso él tuvo sus problemas. No hay límites a lo que se puede hacer para consolarse de los pequeños contratiempos mediante extrañas analogías y curiosos paralelismos. Yo creo que toda persona civilizada, hombre o mujer, tiene una imagen de sí misma y se molesta cuando ocurre algo que parece estropear esa imagen. El mejor remedio consiste en no tener una sola imagen, sino toda una galería, y seleccionar la más adecuada para el incidente en cuestión. Si algunos de los retratos son un poco ridículos, tanto mejor; no es prudente verse todo el tiempo como un héroe de tragedia clásica. Tampoco recomiendo que uno se vea siempre a sí mismo como un payaso de comedia, porque los que hacen esto resultan aún más irritantes; se necesita un poco de tacto para elegir un papel adecuado a la situación. Por supuesto, si uno es capaz de olvidarse de sí mismo y no representar ningún papel, me parece admirable. Pero si estamos acostumbrados a representar papeles, más vale hacerse un repertorio para así evitar la monotonía. "

Acabemos con una frase de Sócrates:

"Sabio, es quien sabe vivir y no quien sabe cosas o quien tiene muchos conocimientos. Sabio es quien sabe controlarse, [...] conoce tus debilidades, para aprender a dominarlas y a ser sabio de esa manera."

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ejercicio físico o deporte

Ya hemos dicho anteriormente (en otras pinceladas) que para mantener sana la mente es necesario mantener sano el cuerpo, y para esto hay que mantener unos hábitos saludables: cuidar la comida, no abusar de las drogas (alcohol, tabaco...) y realizar ejercicio. Sobre las drogas trataremos más adelante, hoy toca hablar del ejercicio.

La mayoría de nosotros vivimos una vida sedentaria en un cuerpo "diseñado" para la acción, para la lucha y la huída, y es que, fisiológicamente, no nos diferenciamos en nada de los antiguos cromagnones. Si no nos ejercitamos, nuestros músculos y huesos (sí, también los huesos) se debilitan (llega la osteoporosis, etc). De todos modos, mucho antes de ese debilitamiento llegan las sensaciones de pesadez y anquilosamiento, sensaciones que no teníamos de niños, cuando lo que hacíamos era correr de acá para allá. La mayoría achacará esas sensaciones a la edad, pero ya lo decía el anuncio: "no pesan los años, pesan los kilos"; "y la inactividad", añadiríamos nosotros. Esas sensaciones provocan cierto malestar, mal humor, a veces imperceptible, pero que actúa como base para que nuevos contratiempos aumenten ese malhumor. Sin embargo, sentirnos ágiles y en forma mejorará nuestro humor. Y ¿no es mejor enfrentarse a la vida con buen humor?

No obstante, la vida sedentaria suele ser estresante, pues siempre vamos con prisas a todos los sitios (aunque sin correr físicamente), la gente (el jefe, el conductor de delante...) nos saca de quicio, etc. El estrés consiste en una respuesta fisiológica frente a una agresión (real o imaginada) que nos prepara para la acción (se segregan hormonas, adrenalina, fundamentalmente, que envían información a todo el cuerpo para que la sangre abandone ciertos órganos e irrigar los músculos, para captar más oxígeno, para agudizar los sentidos....); pero esa acción de respuesta no termina de producirse porque somos personas civilizadas (no conviene saltar al cuello del jefe). A lo largo del día, o de los días, se van acumulando pequeñas cantidades de estas hormonas que terminan por "volvernos locos" y saltamos ante el primero que nos tose o nos sale una úlcera, o aparecen contracturas musculares (de la tensión). De aquí que el ejercicio sea bueno para descargar la tensión. Aunque lo ideal sería no generarla, para lo cual existen métodos de relajación. Los ejercicios recomendados para estos casos son los aeróbicos. Y dado que a nosotros nos interesa pensar sobre la marcha los deportes más recomendados son aquellos aeróbicos que no exijan demasiada complejidad, por ejemplo, correr, montar en bicicleta, hacer senderismo, etc.

Además el ejercicio hace que nuestro cuerpo genere endorfinas, que son otro grupo de hormonas que producen un bienestar físico. Es por eso por lo que a veces nos sentimos tan enganchados a hacer ejercicio, el cual vendría a ser como una droga; los psicólogos modernos lo llaman vigorexia; por eso recomendamos que el ejercicio que se realice sea moderado, ya que el problema de sufrir vigorexia y, por lo tanto, anteponer la realización del ejercicio a cualquier otra actividad necesaria o preocuparnos si un día no hemos podido entrenar, es que no lograremos aquello que perseguimos, que es sentirnos bien.

Por otro lado, y como ya hemos dicho anteriormente, la práctica asidua de un ejercicio o deporte  requiere del ejercicio de nuestra voluntad, pues no siempre estaremos suficientemente motivados. Es este ejercicio de la voluntad y, consecuentemente, su fortalecimiento, uno de los mayores beneficios que nos proporciona el deporte, pues de nuestra voluntad dependerá todo aquello que queramos conseguir y que necesite de un trabajo persistente como realizar unos estudios, montar una empresa, cuidar a los hijos...


"Cuando yo era niño, conocí a un hombre que reventaba de felicidad y cuyo trabajo consistía en cavar pozos. Era extraordinariamente alto y tenía una musculatura increíble; [...] Su felicidad no dependía de fuentes intelectuales; no se basaba en la fe en la ley natural ni en la perfectibilidad de la especie, ni en la propiedad común de los medios de producción, ni en el triunfo definitivo de los adventistas del Séptimo Día, ni en ninguno de los otros credos que los intelectuales consideran necesarios para disfrutar de la vida. Se basaba en el vigor físico, en tener trabajo suficiente y en superar obstáculos no insuperables en forma de roca."
(Bertrand Russell, La conquista de la felicidad).

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Caminar y pensar

Continuando con las recomendaciones para llevar una vida más relajada y reflexiva hoy vamos a tratar, haciendo además honor al título del blog, el tema del caminar.

En la anterior pincelada hablábamos sobre el origen de las ideas, un origen que podemos encontrar en casi todas partes, fuera de nosotros; fuera, sí, porque de dentro no surge nada, salvo el producto de poner en relación unas ideas con otras, que no es poco. En esta pincelada vamos a tratar de cómo favorecer esa puesta en relación.

Pensar filosóficamente consta de dos momentos claves: el momento creativo y el momento reflexivo. En el primero es cuando surge la idea, que puede proceder de fuera (descubrimiento) o de la puesta en relación de ideas que veníamos rumiando más atrás (creación, propiamente dicha). En el segundo, el momento reflexivo, es cuando la nueva idea se estudia, sopesa, se pone en relación con otras muchas; este momento exige un trabajo más sistemático y, casi siempre, por escrito. Ya trataremos más adelante el tema de la escritura, baste decir por ahora que escribiendo, y leyendo lo anteriormente escrito por nosotros mismos, evitaremos caer en las contradicciones lógicas (primera norma del pensamiento filosófico).

Caminar es una actividad que favorece el primer momento, el creativo: favorece la asociación de ideas, la puesta en relación de unas ideas con otras. Este proceso no es puramente lógico (por eso es necesario después el momento reflexivo) y por ello necesita de actividades variadas en las que la atención cambie el foco de vez en cuando. Pocas veces se nos ocurren ideas geniales cuando nos sentamos a pensar. Estas ideas siempre llegan en los momentos más inesperados (conduciendo, caminando por la calle, corriendo por el parque, haciendo la comida...), cuando estamos realizando ciertas actividades que, aunque nos permiten ir pensando, exigen cierta atención en la propia actividad; no en vano el "ir ensimismados" es un poco peligroso pues podemos tropezar, etc.

Caminar por la calle ofrece un sin fin de estímulos al pensamiento, varios por cada persona que se nos cruza. Caminar por el campo es algo más relajado para la vista y el oído y, en este sentido, favorece algo más la actividad de pensar, de poner en relación cosas que hemos visto, oído, leído, mientras estábamos en la ciudad, pero sin que nos asalten nuevos "estímulos ciudadanos".

Si leemos Pasear, de Thoreau (uno de los libros recomendados), observaremos en él una actitud bastante mística y romántica: pasear lo más lejos posible de la civilización, sin pensar en cosas de la civilización, sino dejándose imbuir por el espíritu de la naturaleza, de lo salvaje. Es una posibilidad, a veces necesaria, terapéutica. Pero no será esto lo que nosotros recomendemos. No es necesario tanto romanticismo para caminar por el medio natural (incluso rural) y poder percibir nuestro enraizamiento en la naturaleza; es más, basta con salirnos un poco de los caminos más transitados para sentir nuestra pequeñez y fragilidad dentro del bosque o ante la montaña. Esta sensación, por ejemplo, debería bastar para hacernos recapacitar no sólo sobre la pequeñez frente a la naturaleza, sino frente a todo tipo de relación social: ¿somos pequeños y débiles frente a los demás? No siempre, ¿cuándo lo somos, o nos creemos que lo somos? ¿Cuándo somos (o nos sentimos) pequeños frente a la naturaleza? Preguntas como estas pueden surgirnos cuando caminamos por el campo... Y de las respuestas que nos demos dependerán nuestras actitudes.

No obstante, tampoco es necesario ir por el campo haciéndose preguntas como las anteriores, que rozan la metafísica. Podemos ir pensando en cuestiones más prácticas como, por ejemplo, la educación de nuestros hijos: ¿cuándo hay que darle los caprichos al niño? (dado que estaremos de acuerdo en lo perjudicial de dárselos siempre y en lo de no dárselos nunca). Y para contestar a esto no nos basta con acudir a la psicopedagogía, porque escuelas psicopedagógicas hay a montones, para todos los gustos y, evidentemente, enfrentadas entre ellas. En fin, que por pensar, se puede ir pensando en cualquier cosa.

Lo que sí es bueno es hacerlo habitualmente, primero por el hecho de pensar, pero también por el mero caminar en sí, por el ejercicio físico. Pero este tema lo dejaremos para la próxima pincelada, que si no esto ya va a parecer un cuadro entero.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Atentos a las ideas

Como ya dijimos en la presentación, la filosofía es el arte o la técnica de poner en discusión distintas ideas o conceptos (sobre las cosas, las personas, las situaciones...), ideas o conceptos que no por ser todas ellas verdaderas han de ser coherentes entre sí; de hecho históricamente la filosofía surge porque esas ideas no son compatibles y han de ser cribadas, criticadas.
Por lo demás, esto es algo que hacemos todas las personas, no es exclusivo de sabios ni mentes privilegiadas: cuando nos llega una nueva idea (argumento, etc.) se disparan las alarmas y desplegamos toda nuestra artillería de argumentos preparados para el tipo de idea en cuestión; rara es aquella idea que penetra nuestra línea defensiva.

Sin embargo, con esta actitud podemos perdernos multitud de matices de esas nuevas ideas que surgirían o se manifestarían si las dejáramos arraigar en nosotros. Esta metáfora de la jardinería es más fructífera que la militar. Podemos reformular el párrafo anterior del siguiente modo: cuando se nos plant(e)an nuevas ideas sacamos los aperos de limpieza y arrancamos esas "malas hierbas". Pero hay otro modo de enfrentarse a ellas: dejando que crezcan controladamente, podando aquí y allá... Quién sabe si entre las malas hierbas surge una bonita flor.

Cuando alguien nos sugiere algo, deberíamos tomarnos nuestro tiempo para estudiarlo, sin entrar rápidamente a denostarlo con argumentos preconcebidos. Esto ciertamente es díficil, no sólo porque no estamos acostumbrados a hacerlo, sino porque de hacerlo, el suelo ideológico (el conjunto de ideas), sobre el que nos apoyamos, muchas veces temblará, y cuando el suelo tiembla, sobreviene el vértigo.

Y es que, además, las fuentes de nuevas ideas, conceptos, argumentos, consejos, juicios, etc., están por todos los lados: en las personas cercanas (niños incluídos), en las canciones, novelas, películas, Twitter, blogs... Incluso en los reality shows. Sólo hace falta estar atentos y escuchar, y cuando algo nos llame la atención intentar retenerlo para analizarlo más tarde (apuntarlo, por ejemplo), si es que queremos continuar con lo que estábamos haciendo, porque también podemos sopesarlo en el momento, observarlo desde el mayor número de puntos de vista posible. Y sobre todo, cuando se trata de cuestiones prácticas, hay que ver cómo nos puede servir a nosotros, qué nos está diciendo de nuestra vida.

Ayer, por ejemplo, vi en la televisión la película Di que sí, con Jim Carrey de protagonista, una divertida película sin grandes pretensiones filosóficas, aunque sí con cierta moraleja New Age ("di que sí a la vida y la vida te sonreirá") que en cierto momento del film se trata de desmontar o, al menos, matizar, porque claro, la vida (de uno mismo) como tal es el conjunto de relaciones sociales y situaciones que se nos van planteando y no se puede decir que sí a todo, sino sólo a aquello que de verdad se sienta; pero si se siente, no hay que tener miedo, hay que decir sí. Esto por un lado. Por otro, en cierto momento, la protagonista le dice a Carrey: "La vida es un patio de recreo. Todos lo sabemos, pero en algún momento de nuestras vidas lo olvidamos". Bonita forma de decir que estamos en este mundo para pasárnoslo bien, para disfrutar. Sin embargo, es esta una sentencia que, como todas, habría que matizar, habría que estudiar, ponerla en relación con otras sentencias, pues así en abstracto no la podemos llevar a la práctica. Vendría a decir algo así como "haz todo aquello que te divierta". Bueno, sí, hazlo pero dentro de un orden, por ejemplo, no te diviertas maltratando al prójimo, no descuides tu situación económica o dejarás de disfrutar, no abuses de las drogas o también dejarás de disfrutar... Todo muy de sentido común. Menos de sentido común (y menos fácil) es entenderlo como "intenta disfrutar de todo aquello que hagas, aunque no sea divertido": ¿el trabajo te aburre? cambia el foco; piensa, por ejemplo, en la labor social que supone ese trabajo, en las personas que usan lo que fabricas, o que usan tus servicios; si estás atendiendo a la gente puedes fijarte en sus caras e intentar adivinar cosas de ellos...

En fin, esto es sólo un ejemplo de cómo encontrar material de filosofía práctica en casi cualquier sitio. Sólo hemos de estar atentos a lo que nos dicen... Y, como dice mi mujer, "no sólo a lo que nos dicen, como si las ideas solo pudieran trasmitirse hablando; hay que estar atento con los cinco sentidos. Atención como actitud vital. No es sólo escuchar las ideas que nos cuenten otros, también hay que mirar lo que hacen, pues se suele aprender mucho más. Estar atento a los estímulos externos e internos nos vuelve mas creativos y convierte la vida en un espectáculo". Además, por otra parte, esto mismo es lo que nos pretenden decir, de un modo más místico y oscurantista, todos esos libros, revistas y conferencias de la New Age con su "Consciencia", "Abre la mente" y eslogans por el estilo.

La filosofía o, al menos, el material para filosofar, está en todos los sitios (en los muros, en los anuncios, comics...). Podrá cosiderarse por los puristas "filosofía barata", pero al común de los mortales quizá le enseñe mucho más que la Crítica de la razón práctica, de Kant; igual que Frank de la Jungla enseña al común más zoología que los tochos de Darwin o Margulis. Qué le vamos a hacer.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Presentación

Con este título de un libro de Nietzsche, El Caminante y su Sombra, pretendemos iniciar un proyecto de asesoría filosófica basado en dos tipos de actividades:
  • A nivel público iremos dejando en este blog una serie de pinceladas de filosofía práctica.
  • A nivel privado (aunque todavía no está disponible este servicio), podremos concertar sesiones itinerantes de asesoramiento filosófico.
El término "caminante", pues, alude de modo figurado a que toda persona transita por el camino o los caminos de la vida en los que a veces necesita de una sombra que (al igual que en el libro de Nietzsche) le proporcione respuestas o simplemente le haga las preguntas que la persona misma contestará..

Pero también alude de modo propio a todo aquel que quiera acompañarnos en las sesiones itinerantes, pues en la más estricta tradición aristotélica lo que haremos será caminar por el medio natural (campo, montaña) y hablar sobre problemas y cuestiones de filosofía práctica.

¿Por qué "filosofía práctica"? ¿Por qué no teórica ni política? Con "filosofía práctica" queremos significar el conjunto de ideas que poseemos sobre todo aquello que nos es más cercano y con lo cual nos relacionamos a diario, en la práctica del día a día: cosas, personas y situaciones ante las que actuamos de un modo "programado", sin pensar demasiado. Esta "programación" conlleva una serie de ideas o conceptos que muchas veces es necesario revisar. ¿Para qué? Para intentar vivir un poco mejor: intentar ser un poco más felices, ser un poco mejores personas o, simplemente, sentirnos más a gusto con nosotros mismos. En este sentido poco puede hacer la filosofía teórica (¿existe Dios?, ¿somos alma?, ¿somos materia?, ¿somos sólo fruto del azar?) o la filosofía política (¿sería mejor un sistema socialista? ¿anarquista? ¿es el hombre un lobo para el hombre?).

¿Y por qué caminar? ¿No se puede hablar de estas cosas en un despacho o en un bar tomando unas cañas? Se puede y de hecho se hace; la mayoría de asesorías filosóficas se realizan en despachos y la mayor parte de las veces que se tratan estos temas (fuera de las asesorías) se hace con personas conocidas tomando unas cañas. Sin embargo creemos por un lado en el dicho latino "mens sana in corpore sano" (es necesario hacer un poco de ejercicio para mantener la mente despierta) y por otro creemos en la necesidad de salir un poco de la gran ciudad, fuente de gran parte de nuestros problemas (estrés, sobre todo); es necesario respirar aire puro, oxigenar el cerebro, tomarnos con calma un día, una mañana o una tarde para caminar y pensar.

Muchos de los grandes pensadores daban largas caminatas durante las cuales se les ocurrían las ideas: Aristóteles con sus alumnos, Kant, Thoreau... ¿Qué hacía Newton debajo del manzano? Descansar durante su paseo, por supuesto. Pero además, nuestra concepción de una vida "buena" conlleva la necesidad de realizar un ejercicio físico moderado con el cual liberar las tensiones a que nos somete la vida diaria (aunque bien es cierto que estas tensiones dependen de cómo nos tomemos esa vida) o con el cual pasar simplemente un rato de ocio poniendo el cuerpo en actividad, poniéndonos "en forma".

Consideramos, además, que el ejercicio físico es una de las piezas fundamentales de nuestra filosofía práctica no solo por lo anteriormente dicho, sino porque es una de las actividades en las que es más fácil ejercer la facultad de la Voluntad, esta sí, eje principal de nuestra filosofía. La filosofía práctica es la "filosofía del hacer", y para hacer cosas se requiere voluntad; se requiere incluso para pensar: no basta con reconocer (como todos sabemos gracias a los libros de autoayuda) que debemos dar más valor a lo que tenemos que a lo que nos falta, porque eso se olvida en la vorágine diaria; lo que hay que hacer todos los días es un ejercicio de reconocimiento de esas cosas que tenemos para observar lo valiosas que son. Sólo se retiene lo que se ejercita. El entrenamiento o "coaching", como se dice actualmente, no es sólo físico, sino también mental e incluso emocional.

No obstante, no queremos que nuestra labor se confunda con una terapia psicológica, aunque pueda paracérsele bastante; no es una terapia puesto que ni sabemos ni pretendemos curar patologías psicológicas. Nuestras sesiones están dirigidas a personas mentalmente sanas que tienen, como todos tenemos, dudas sobre su vida; lo que pretendemos es dotar a esas personas de ciertas herramientas con las cuales manejarse algo mejor, abrir nuevos puntos de vista sobre los problemas a tratar, etc.

Por lo que toca a las pinceladas publicadas en el blog:

1.- No están concebidas como un curso de autoayuda, sino como una constelación o nube de ideas; sin embargo, un buen método para intentar ponerlas en práctica (sin necesidad de llevar un orden) es el de, cada día, reflexionar sobre una de ellas y proponerse llevarla a cabo.

2.- Quedáis todos (y todas) invitados a participar con vuestros comentarios. Dichos comentarios serán revisados previamente a su publicación y solo se publicarán aquellos que aporten algún punto de vista nuevo a lo ya dicho por nosotros y por los anteriores comentaristas. Rogamos, pues, que antes de lanzarse a escribir se lean los comentarios ya publicados. Sin embargo no es necesario que os mostréis siempre complacientes y de acuerdo. La filosofía es un ejercicio de discusión, de modo que os animamos a que disintáis sobre lo escrito y nos abráis nuevos caminos, que aportéis nuevas dudas... Escribe Punset en uno de sus libros, Adaptarse a la marea, que "el cerebro de los homínidos no soporta la incertidumbre", pero es que en cuestiones filosóficas la incertidumbre está siempre presente; precisamente a algo a lo que tendremos que acostumbrarnos, para vivir mejor, es a soportar la incertidumbre: no siempre sabremos si hubiera sido mejor tomar la opción alternativa, no siempre sabremos si será mejor un camino que otro. Las decisiones hay que tomarlas bajo criterios morales y experienciales, pero eso no nos garantiza el éxito.

Tendremos también que aprender a tolerar el fracaso, darnos nuevas oportunidades...

Os invitamos, pues, a compartir todo esto con nosotros.

Francisco Rosa.