viernes, 30 de mayo de 2014

Más moderación

La templanza -como la prudencia, y quizá como todas las virtudes- pertenece, pues, al arte de gozar: es un trabajo del deseo sobre sí mismo, del ser vivo sobre sí mismo. Su objetivo no es sobrepasar nuestros límites, sino respetarlos [...] depende menos del deber que del sentido común. Es la prudencia aplicada a los placeres: se trata de gozar lo más posible y lo mejor posible, pero por una intensificación de la sensación o de la conciencia que se tiene de ella, y no por la multiplicación indefinida de sus objetos. ¡Pobre Don Juan por necesitar tantas mujeres! ¡Pobre alcohólico por necesitar beber tanto! ¡Pobre glotón por necesitar comer tanto! Epicuro enseñaba a gozar de los placeres tal y como vienen, tan fáciles de satisfacer, cuando son naturales, como calmar el cuerpo. ¿Hay algo más fácil que saciar la sed? ¿Hay algo más fácil de satisfacer que un estómago o un sexo? ¿Hay algo más limitado, más felizmente limitado, que nuestros deseos naturales y necesarios? No es el cuerpo el que es insaciable. La no limitación de los deseos, que nos condena a la carencia, a la insatisfacción o la desgracia, sólo es una enfermedad de la imaginación.
André Comte-Sponville,  
Pequeño tratado de las grandes virtudes
"La templanza", Ed. Espasa, págs. 55-56.

viernes, 23 de mayo de 2014

Templanza (epicureísmo) en Espinoza

[...] servirse de las cosas y deleitarse con ellas cuanto sea posible (no hasta la saciedad, desde luego, pues eso no es deleitarse) es propio de un hombre sabio. Quiero decir que es propio de un hombre sabio reponer fuerzas y recrearse con alimentos y bebidas agradables, tomados con moderación, así como gustar de los perfumes, el encanto de las plantas verdeantes, el ornato, la música, los juegos que sirven como ejercicio físico, el teatro y cosas por el estilo, de que todos pueden servirse sin perjuicio ajeno alguno.

Espinoza, Ética, libro IV, Proposición XLV, Corolario II, Escolio.

Ver también: http://caminanteysusombra.blogspot.com.es/search/label/Epicuro

martes, 6 de mayo de 2014

Más sobre "educación en valores"

Continuando con la cita anterior de Aristóteles, podemos leer ésta de Espinoza:

[...] no es extraño que la tristeza siga, en general, a todos los actos que usualmente se llaman "malos", y la alegría a los que son llamados "buenos". Pues [...] se entiende con facilidad que ello depende más que nada de la educación. Efectivamente, los padres, desaprobando los primeros y reprochándoselos a menudo a sus hijos, y, por contra, alabando los segundos y aconsejándoselos, consiguen que asocien sentimientos de alegría a los unos y de tristeza a los otros. [...] Así pues, según ha sido educado cada cual, se arrepiente o se gloría de una acción.

Espinoza, Ética, libro III, Definición XXVII de los afectos.

Baruch Espinoza (1632-1677), Holanda.