miércoles, 30 de septiembre de 2015

Pasión por ser

Reflexiones sobre el taller de Filosofía Práctica (4ª sesión, 28-09-2015)


Información del taller: http://www.elcaminanteysusombra.com/taller-filosofia-practica/


Todas las actas: http://www.elcaminanteysusombra.com/category/blog/actas-talleres/filosofia-vollmond/


Jesus-Calleja-noche-Jose-MotaAunque lo que íbamos a tratar en la sesión era la continuación sobre el tema de la felicidad, la discusión sobre las actas de la sesión anterior nos llevó a este interesante tema: la pasión por ser.


Según “E”, no todo el mundo desea ser feliz; niega por lo tanto el principio de la felicidad formulado por Séneca («Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente»), aunque apuntado y ejercitado por otros muchos filósofos anteriores, entre ellos Aristóteles.


Y lo niega porque previa a esta “pasión por la felicidad”, está la “pasión por ser”, una pasión que puede llegar a contraponerse a la búsqueda de la felicidad. Antes de buscar la felicidad buscamos una identidad.


Y es que, aunque “ser, ya somos”, que diría Facundo Collado (el personaje de José Mota) y nosotros suscribimos, y eso debería bastar, nos empeñamos en ser “algo” o “alguien” y, sobre todo, en ser “algo para alguien”, incluso “contra alguien”.


“E” nos hizo una pregunta: “Imagínate que yo fuera rico, guapo, joven, inteligente, simpático, lo mejor que puedas imaginar; imagínate que pudieras cambiarte por mí, eso sí, con mi cuerpo y mi mente; ¿lo harías? ¿dejarías de ser tú, para ser yo?” Probablemente la respuesta de la mayoría de nosotros sería que no, que podría cambiar todo salvo mi mente, salvo mi alma, en definitiva, salvo mis recuerdos, que son mi yo. Tenemos, entonces, forjada una identidad.


Y nos empeñamos en mantenerla, aunque ello nos haga infelices.


Yoda_y_LukeEl problema está, pensamos nosotros al margen del taller, en que la identidad, el yo, está ligada por un lado a lo que hacemos, sabemos y podemos hacer (autoconfianza), por otro a lo que nos valoramos (autoestima, relacionada con lo que nos valoran y valoraron los demás); y por otro a lo que hacemos para valorarnos y que nos valoren. La identidad, el ser algo, es la sustancialización, el nombre, de una serie de acciones, costumbres, mecanismos psíquicos, relaciones con los demás, etc.


Pero, ¿y si la felicidad tuviera que ver más con el ser (a secas) que con el ser algo? Imaginemos que en lugar de Jesús Calleja (una persona con gran autoconfianza y autoestima, suponemos) tenemos a un pobre diablo anímicamente hecho polvo sin confianza y sin estima, y que en lugar de Facundo Collado tenemos a un maestro oriental; el primero le pide consejo al segundo, y la conversación sigue igual que en las escenas de José Mota. Por supuesto, el contexto lo cambia todo: en este caso lo absurdo, o lo obvio, se carga de un sentido profundo; tú eres, da igual lo que seas, pero eres; la identidad forjada es una ilusión, una creencia. En realidad es algo más, como ya hemos visto; básicamente es un conjunto de costumbres, pero unas costumbres que, si nos hacen infelices, podemos cambiar o podemos aceptar. Aunque también puede ocurrir que haya costumbres que no puedan ser aceptadas (al maltratador no se le puede pedir que acepte sus costumbres de tal, o si se hace es para que acepte el castigo).



Pasión por ser

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