"En esta escuela del trato con los hombres, he observado a menudo este vicio, que en lugar de sacar conocimientos de los demás, solo intentamos hacer gala de los nuestros; y más nos esforzamos por soltar nuestra mercancía que por adquirir una nueva. Son el silencio y la modestia cualidades muy convenientes para la conversación. Se enseñará a este niño a que ahorre su saber, sin abusar de él cuando lo haya adquirido; a no exasperarse con las necedades y fábulas que en su presencia se digan, pues es muy inoportuno e incivil oponerse a todo cuanto no es de nuestro gusto. Que se contente con corregirse a sí mismo sin que parezca que reprocha a los demás lo que él se niega a hacer, ni que contraría las costumbres públicas [...] Que huya de esa apariencia sentenciosa e incivil y de ese pueril afán de querer parecer más listo por ser distinto y hacerse un nombre mediante censuras y extravagancias".
Michel de Montaigne,
Ensayos, libro I, cap. XXVI:
"De la educación de los hijos".
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